CORTO Y CONFICCIÓN

Omar Muharib

27 agosto, 2004

Pequeñas cosas

A veces, cuando voy de viaje, centro mi mirada en un arbusto cualquiera, casi siempre es de los más modestos; y le digo con la mente que he reparado en él, que le he visto y le he considerado hermoso. Esta especie de piedad metafísica me viene quizás de los millones de años de soledad que llevo a la espalda, esperando que un viento raudo que pasa me sonría, que entre los resquicios de un mundo que me es extraño, asome la lagartija que no me tema, o que una truchita buena de un cauce de montaña se deje acariciar. Soy un simple, pero de esos complejos, por eso puedo convertirme en lo que quiera; he sido cristiano/aperitivo de leones hediondos, tecla "¡" de máquina de escribir Remington, patada en el culo y mariposa. Cada día puedo ser algo distinto, por eso, no te asombres cuando un hecho extraño se interponga en tu camino, porque yo te acompaño donde quiera que vayas, y esa margarita del borde del sendero que dijo tu nombre, era yo, y en ese aire fresco de la mañana que te empujó a una corta caminata solitaria, estaba mi susurro. No me viste, pero en el camino de vuelta, cuando crecían las sombras, fuí la luz de una taberna a lo lejos, e hice que un hombre solitario, medio borracho en la barra pensara tu nombre y se le endulzara el alma.

23 agosto, 2004

Carta que no recuerdo haber escrito

Es muy bella la melancolía de tus cartas, porque eso son para mí, cartas escritas a lápiz del alma, que es lo que quiero ver de la gente. No me gusta ver la actuación, sino el guión que mueve a los personajes, porque la actuación puede ser más o menos afortunada, pero los textos a decir tienen un valor intrínseco. Hay quien te mira a los ojos con una pasión que no es capaz de comunicar, pero eso no quiere decir que no la sienta, sino que su mirada no encuentra base sólida suficiente en la personalidad que la sustenta, pero si te mirara en una carta, si te besara en unas líneas sentidas, vibrarían todos tus sentidos al ritmo de ese corazón que a solas se expresa.
Me gusta pasear por este mundo frágil, sujeto por cadenas de cristal
amarradas a sueños y aspiraciones íntimas; me gusta que me busques y buscarte, cuando una sed indescriptible nos puebla el pensamiento de poesía. Quiero oir, al cerrar los ojos, un cuento que me lees desde lejos; y escuchar claramente el acento de la amada patria de la sensibilidad en tu voz, porque somos extranjeros de lo cotidiano, cuando nos buscamos.
Te ofrezco esta cadena transparente, que no ata más que aquello que
queramos. En ella viajan tus ojos misteriosos y la prolija falsedad de mi flequillo. Mezclados los deseos verdaderos con aquellos que surgen de lo lúdico y no deben nunca rendir cuentas; nos besamos a través de esta cadena sin que lleguen a tocarse nuestros labios, pero ¡¡ que agradable sensación!! sentir la suavidad de este cristal en contacto con el alma.

22 agosto, 2004

Dados

Anhelo unos besos que no he conocido, que resbale mi pecho mojado contra el suyo en una incruenta batalla de sensaciones. Deseo cerrar los ojos y sentir que solo mi boca existe atrapando y dejándose atrapar por sus labios.
Tengo nostalgia de unos ojos que nunca vi en la oscuridad pactada; saber que la sincronía de ese cuerpo, de ese conjunto deseado de huesos, músculos e intenciones me está dedicada por un tiempo hermoso a ser vivido. Sentirme importante en esos brazos que se aferran a la vida; ser la vida, aunque sea un instante, para ese corazón que late en una diagonal próxima al mío.
El amor es una trampa, y recuerdo la canción de Leonard Cohen:
"Todos sabemos que los dados están cargados,
y aún así cruzamos los dedos al tirarlos…"
Me reconozco un hatillo de piel que contiene vísceras diversas, unos pocos músculos usados, unos huesos cortos y maltrechos y un alma confundida que guía al conjunto por los intrincados pasadizos de este laberinto que nos ha sido concedido. He aprendido en el camino muchas cosas, llevo en el pecho las medallas sombrías de la experiencia, el recuerdo auditivo de las puertas que se cierran, el aroma desgraciado de adioses dichos o sugeridos. Pero también el recuerdo imposible de tu sonrisa, en la mañana, aún no amanecida, cuando un amor soñado nos rondaba, como un perro pequeño, feliz y adorable. Recuerdo claramente cuando no te dije que te querría siempre, y estaba tan seguro al no decirlo de que era verdad…Y lo era, porque en estas cuestiones, es más cierto que nunca lo de …"lo que vale es la intención".
Si, el amor es una trampa, que convierte en pardillo al pirata más temido. Le lleva donde quiere, por los caminos que él cree que elige.

08 agosto, 2004

Florecer efímero

No hay ningún poderío en mí, y todo mi depliegue vital consiste en encontrar los atajos por los que transitar por un mundo que no me gusta; no tengo la entidad suficiente para florecer en este hábitat, y me oculto en las sombras, donde también algunas veces vislumbré el Paraíso. Pero soy una fuente que mana cada tanto un elixir singular, que sabe a bellas palabras en la noche o a música de ensueño en días de alborozo existencial. Hay un punto de humanidad conmovedora en algunas particularidades mías y otras facetas patéticas o francamente irritantes. No puedo decir que escala de razón pretendo tener, y sin embargo doy pistas diciendo que en un extremo de la cuerda está Leonardo, y en el otro, yo, junto a un par de monos con pajarita. Mientras vivo sin motivo aparente, mentes infinitamente superiores a la mía diseñan este mundo de milagros tecnológicos y económicos, y al mismo tiempo una farisea estrategia de generosidad en segunda instancia hacia los pueblos a quienes condenamos con nuestros prodigios.
Soy uno de esos poetas de ocasión; nunca un profesional de la poesía, pues desconfío de los que pueden acometer la expresión a tiempo completo. Tímido e irresoluto, soy un inútil a cualquier efecto práctico, pero a veces… encadeno las palabras de tal forma, que hombres hechos y derechos, han sentido el aguijón de la sensibilidad desbaratar su miedo a las mariconadas; y mujeres soñadoras admitieran un "touchè" de ese a quien creían o querían ver. Luego se desilusionan claro, pero…¡ hay tantas mujeres que engañar suavemente !, que embriagar con palabras, como serpientes que hipnotizan aquello en nosotros que es pajarillo.
Admiración y afecto, eso buscan, como todos, los poetas fugaces, para florecer como cualquier otro lo haría de su propia savia, pero saben que es meta muy alta y sus fuerzas escasas, por eso se engalanan con palabras, para dar la sensación de que aún existen, y su cuerpo marchito es una realidad que puede ser obviada en aras de la lírica.
Algunos hombres magníficos, malabaristas geniales de la belleza poética como Felipe Benitez Reyes me han marcado metas tan lejanas que ya no puedo escribir poesías sin que se me suelten los perros del sentido del ridículo. Pero tengo que escribir, porque es mi lado fuerte, tengo los músculos con forma de adjetivos, tensos como sustantivos que cambian el sentido de una frase. Es mi forma de seducir, sin mostrar la cojera del espíritu.
No voy detrás de la gloria; como dijo el gran portugués: "...escribir es mi forma de estar solo", ni busco la inmortalidad, por una aversión física a lo permanente, me alineo con Woody Allen cuando sentenció: "La eternidad es muy larga, sobre todo al final".

Demonios en el café

Los días pasan a cámara lenta, como un sueño recurrente de parálisis aterradora en la que es imposible escapar salvo despertando. Suspiro por una vida mejor, pero no sé exactamente qué es lo que esta debería ser. Dios me ha abandonado, como a los creyentes y a los no creyentes, porque esta es la forma inequívoca en que el Supremo suele manifestarse; solo el Enemigo permanece a mi lado, refunfuñando sus coartadas de azufre. A él le bastan mi desazón y mi miedo para alimentarse, y me prepara un cóctel de nihilismo y Alzheimer a cambio de mi alma.
Envejezco en el ansia que lanza miradas en pos de las muchachas, en la incapacidad efectiva para las proezas físicas y la esperanza. Lejos de la peonza y la petanca, me arrastro entre los añicos de las ilusiones del pasado; débil en extremo para la ambición que debiera guiarme o al menos, mantenerme en pié.
Asisto al cortejo del dinamismo salvaje del mundo como quien observa el ritual desconocido de una tribu antigua. Miro el espectáculo sin entender, mientras Luzbel me desparrama las babas por el mentón con mi bufanda de acrílico innoble. Se turnan los demonios para atenderme en estos mis últimos días; quieren asegurarse de que no quebraré mi promesa. Algunas noches me dejan solo y sueño que vuelo sobre el mar, o que me aman quienes no me amaron, que vuelven los que se han ido y que soy el que nunca fui. Pero al abrir los ojos, me espera Belcebú con un espejo. A veces creo recordar cual fue mi beneficio en este pacto con los demonios, pero mi mente se confunde al instante y solo soy consciente de mi deuda. ¿Dos de sacarina? me pregunta Lucifer con su sonrisa siniestra y la cafetera Volturno en la mano; asiento en silencio y ambos saltan dentro de la taza. Mientras tomo el café, me pregunto sobre la utilidad que puede reportarles un alma como la mía, y en un momento, me parece oír a Dios riéndose con ellos.

07 agosto, 2004

La abuela

Todos le decíamos "La abuela" podría tener entre 70 y 1500 años y toda una vida en el país no había podido quitarle aquel endiablado dialecto calabrés. Caminaba, en un esfuerzo titánico, apoyada a la pared que unía sus dos mundos; la casa en que vivía, con una de sus hijas y sus nietos, y la contigua de su otra hija. Aquel trayecto mínimo ocupaba largos períodos en la vida de "la abuela", que amenizaba sus excursiones con confusas conversaciones con los que daban a pasar por aquella acera. Recuerdo haber variado adrede mis recorridos al salir de casa y ver a aquella sombra enlutada con rodete, reptar trabajosamente en aquella verticalidad asistida. Era casi imposible entenderle una palabra, y cuando el silencio a uno empezaba a serle incómodo, uno asentía con la cabeza y soltaba un comprensivo:"si abuela…".
A veces funcionaba, y después de que te soltara el brazo, podías marcharte satisfecho de ser buena persona cuando la abuela, ya recuperado el resuello, reemprendía la travesía. Pero a veces…, después de alguno de los mecánicos "si abuela" (que ya salían solos), sus ojos se encendían tras aquel velo blanco de eternidad. Pronunciaba entonces la única frase que le entendí en mi vida: ¡¡ ma come si !!

Versos

Hay quien escribe por ver su pensamiento,
quien lo hace por dinero,
o por puro aburrimiento.
Quien despliega las velas de sus sueños
cuando intuye los límites de un verso;
y se apoya en los márgenes del ritmo
para asumir de una vez su desconcierto.
Porque es difícil describir en un monólogo
la poética feroz de estar sintiendo
el discurso huérfano de gestos
que se gesta a traición de la vigilia.

06 agosto, 2004

Las sombras que te visten

Podría decir que no le he visto,
podría gritar que no hay abismo
y hacerte saltar al precipicio.

Me inquietan las sombras que te visten;
si Dios se hace a un lado es que existe,
y me pierdo solo en lo que no entiendo,
gritando desnudo mientras sueño,
que Dios cogió barro del Infierno,
que el soplo de vida fue riendo,
que acabó su obra y salió corriendo.

Podrías mirarme y sonreirme,
quizás intentaras seducirme,
pero yo no saltaría mis murallas
porque me inquietan las sombras
que te visten
y temo encontrarme si te miro.