15 noviembre, 2005

Sueño

En mi sueño, por alguna razón, me hacía cargo de un muchacho de unos catorce años con síndrome de Down. Había una especie de conspiración en torno a él, en la que participaba una persona de la que voluntariamente me desligué años atrás. Me pesaba retomar el contacto pero lo asumía como inevitable. Participaban en la trama, al menos un famoso futbolista y un periodista al que detesto, pero en ningún momento eran claros los objetivos de aquella confabulacón. Puedo recordar como me empleaba a fondo en ser didáctico con aquel adolescente, intentando ser claro para su estimada capacidad de recepción pero sin hurtarle o disminuir, lo que yo consideraba la verdad, a su limitado entendimiento del mundo adulto. Determinado a no sustraer a su conocimiento ningún aspecto de la vida cotidiana, le permití probar por primera vez la cerveza; su rostro pálido y agotado, me hizo ver que quizás me hubiera excedido con aquel experimento y le mandé a dormir. En la siguiente escena que recuerdo, un par de policías municipales (un hombre y una mujer) discurrían en tono inculpatorio sobre mi conducta, ante una nutrida audiencia de la gente del barrio del chaval. Ella tenía unos dientes relucientes y desmesurados, con una curvatura hacia adentro que recordaba los de un castor; él era un hombre entrado en años y mostraba una menor autoridad, o una mayor cautela a la hora de las acusaciones. En mi defensa, mi oratoria era fluída y contundente, y terminaba acusándoles a ambos de mantener una actitud inmovilista y paternal con quien seguramente tenía mayor capacidad que ellos. Sentía en mi discurso, que mis argumentos calaban hondo entre los presentes y que sentían que la razón estaba de mi parte.