13 noviembre, 2005

Limbo

El tiempo ya no existe, entre una vana tiniebla de susurros, se apaga la llama. Sólo duele a veces, y basta pedir ayuda para que me inunden de paz y sueños. Mi mente es un pasillo largo como mi vida; innúmeras puertas para revivir secuencias, tanto olvidadas como inolvidables. Me apresuro por este pasillo sin fin, y abro la puerta a recuerdos y seres que ya han partido, hasta que vuelva a doler. Entrará Norma con su carrito, y por detrás de él, ese esternón que aún me atrae; milagro obsesivo y autista de la Naturaleza. Tras el ritual, me clava algo en el dorso de la mano, cosa que espero como a una sensación dulce, y vuelta a empezar.
Hay episodios que vivo como un extraño, vivencias que no he tenido, y sin embargo, allí están, delineadas con la misma perfección de un recuerdo real.
Me doy cuenta de que algo en mí quiere ajustar cuentas con la vida, y se apresuran a huir los sueños que pronto no podré tener; parece que el capitán Oniris decidió soltar el lastre de fantasías sin esperanza. Mañana os contaré alguno, porque ahora siento que va a empezar a dolerme, y no pienso darle al sufrimiento ninguna oportunidad.