27 diciembre, 2005

La muerte de Omar Muharib

Es evidente que este hombre nunca cumplió sus promesas; sé que quería irse ayer, porque lo tenía todo preparado para cuando su hija se hubiera marchado. La verdad es que aguantó mucho, porque le produje con mis intervenciones, unos dolores que a cualquier otro, le hubieran hecho decidirse antes. No tenía nada que amenazara su salud, y me asombra que no se hubiera dado cuenta que su malestar y verdadera tragedia, comenzó con mi tratamiento. Su ingenuidad era tal que me pidió ayuda para llevar a cabo su determinación. No le dije que no nos está permitido participar en la muerte de los seres, que sólo podemos inducirles a ella. Mi discurso de la ética médica hará reir por siglos a mis colegas. Me limité a dejarle a la mano una buena cantidad de barbitúricos. Cuando entré a verle esta mañana lo vi muy relajado, con una leve sonrisa de satisfacción en sus ojos. Me acerqué y le besé en los labios.
- Gracias Norma- me dijo- es una pena que no podamos repetir..
- Soy el doctor Guerrero- le dije con su voz. Su sonrisa se enturbió, e intentaba mover la cabeza para aclarar su visión difusa; no podía permitir que se marchara en un carro de triunfo.
- Con lo que ha tragado vivirá apenas unos minutos, y podría haberlo hecho durante más tiempo; se le quedan muchas cosas por hacer amigo mío, le dije con mi voz.
-¿Porqué lo ha hecho?- me preguntó intentando parecer sereno y valiente.
_Las promesas deben cumplirse, y por fin lo he encontrado para que saldara su deuda; yo cumplí mi palabra y Ud. me quedó a deber unas luciérnagas hace demasiado tiempo como para suponer que tenía intención de dármelas.
Si quisiérais saber de él, buscadlo en: Infierno S.A.