CORTO Y CONFICCIÓN

Omar Muharib

18 mayo, 2005

Clara y las sombras

Progresivamente voy perdiendo la razón; siento como desciendo, peldaño a peldaño hacia la sima oscura donde me esperan todos los miedos saldados, todo el abandono que he esquivado con cada nueva batalla. Las fuerzas se agotan, y el Maëlstrom incansable de las sombras me atrae cada día con más fuerza.
He convocado a mis hijos a una reunión familiar para alertarlos de esta circunstancia; de los seis sólo ha venido Clara, la menor. Todos tuvieron un motivo de importancia y me llamaron disculpándose, sin proponer otra entrevista, son hombres atareados. Clara me escuchó atentamente, con su mejor sonrisa del alma, y me confesó que ella siente lo mismo desde que tenía 20 años; bromeó incluso sobre el tema y nos reímos de buena gana. Pasó la tarde conmigo, jugamos a las cartas y preparó una cena memorable. Fué muy agradable volver a tener una cena familiar. Sentí su proximidad y lamenté saber lo que le había legado. Al marcharse me dijo al oído: "es al revés papá, son ellos...son ellos".
Es verdad, pobre, ella también lo tiene.

08 mayo, 2005

Proverbio chino

El que ve el cielo en el agua, ve los peces en los árboles.

02 mayo, 2005

Primavera

Miro por la ventana, una sinfonía de verdes ataca el "crescendo" de una nueva primavera; por dentro, un viento arrachado despierta los apetitos dormidos, haciendo flamear las telarañas de los sentidos, prontas a disputarse el aire, preñado de polen y atareados insectos. Mientras germina el hedonista, afilando sus estrategias, renace una vez más la confusa dicotomía del albacea del hombre invernal, intentando conjugar deseos y experiencia. Ministro del Interior de la vida, la razón se afana en una tarea baldía, someter los placeres a la Carta Magna de conveniencias y cicatrices, a ese texto estacionalmente anacrónico, viciado de hojarasca y temores.
Sueños tibios de abrazos, de penumbra cuajada de besos, como chiribitas que ofuscan las señales de tráfico hacia la madurez; rumbos nuevos de caricias, siguiendo la brújula de un norte sensual que no sabe de otras leyes que las propias. Revoloteo incesante de los ojos, libando en escotes florecidos y pétalos de pieles que reaparecen al conjuro de un sol que se eleva, marcando los tiempos del ciclo nuevo, de la insensatez milagrosa de la vida.