18 mayo, 2005

Clara y las sombras

Progresivamente voy perdiendo la razón; siento como desciendo, peldaño a peldaño hacia la sima oscura donde me esperan todos los miedos saldados, todo el abandono que he esquivado con cada nueva batalla. Las fuerzas se agotan, y el Maëlstrom incansable de las sombras me atrae cada día con más fuerza.
He convocado a mis hijos a una reunión familiar para alertarlos de esta circunstancia; de los seis sólo ha venido Clara, la menor. Todos tuvieron un motivo de importancia y me llamaron disculpándose, sin proponer otra entrevista, son hombres atareados. Clara me escuchó atentamente, con su mejor sonrisa del alma, y me confesó que ella siente lo mismo desde que tenía 20 años; bromeó incluso sobre el tema y nos reímos de buena gana. Pasó la tarde conmigo, jugamos a las cartas y preparó una cena memorable. Fué muy agradable volver a tener una cena familiar. Sentí su proximidad y lamenté saber lo que le había legado. Al marcharse me dijo al oído: "es al revés papá, son ellos...son ellos".
Es verdad, pobre, ella también lo tiene.