02 mayo, 2005

Primavera

Miro por la ventana, una sinfonía de verdes ataca el "crescendo" de una nueva primavera; por dentro, un viento arrachado despierta los apetitos dormidos, haciendo flamear las telarañas de los sentidos, prontas a disputarse el aire, preñado de polen y atareados insectos. Mientras germina el hedonista, afilando sus estrategias, renace una vez más la confusa dicotomía del albacea del hombre invernal, intentando conjugar deseos y experiencia. Ministro del Interior de la vida, la razón se afana en una tarea baldía, someter los placeres a la Carta Magna de conveniencias y cicatrices, a ese texto estacionalmente anacrónico, viciado de hojarasca y temores.
Sueños tibios de abrazos, de penumbra cuajada de besos, como chiribitas que ofuscan las señales de tráfico hacia la madurez; rumbos nuevos de caricias, siguiendo la brújula de un norte sensual que no sabe de otras leyes que las propias. Revoloteo incesante de los ojos, libando en escotes florecidos y pétalos de pieles que reaparecen al conjuro de un sol que se eleva, marcando los tiempos del ciclo nuevo, de la insensatez milagrosa de la vida.