Primavera
Miro por la ventana, una sinfonía de verdes ataca el "crescendo" de una nueva primavera; por dentro, un viento arrachado despierta los apetitos dormidos, haciendo flamear las telarañas de los sentidos, prontas a disputarse el aire, preñado de polen y atareados insectos. Mientras germina el hedonista, afilando sus estrategias, renace una vez más la confusa dicotomía del albacea del hombre invernal, intentando conjugar deseos y experiencia. Ministro del Interior de la vida, la razón se afana en una tarea baldía, someter los placeres a la Carta Magna de conveniencias y cicatrices, a ese texto estacionalmente anacrónico, viciado de hojarasca y temores.
Sueños tibios de abrazos, de penumbra cuajada de besos, como chiribitas que ofuscan las señales de tráfico hacia la madurez; rumbos nuevos de caricias, siguiendo la brújula de un norte sensual que no sabe de otras leyes que las propias. Revoloteo incesante de los ojos, libando en escotes florecidos y pétalos de pieles que reaparecen al conjuro de un sol que se eleva, marcando los tiempos del ciclo nuevo, de la insensatez milagrosa de la vida.
Sueños tibios de abrazos, de penumbra cuajada de besos, como chiribitas que ofuscan las señales de tráfico hacia la madurez; rumbos nuevos de caricias, siguiendo la brújula de un norte sensual que no sabe de otras leyes que las propias. Revoloteo incesante de los ojos, libando en escotes florecidos y pétalos de pieles que reaparecen al conjuro de un sol que se eleva, marcando los tiempos del ciclo nuevo, de la insensatez milagrosa de la vida.
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