07 abril, 2005

El día después

Todos estuvieron en sus puestos al día siguiente, bien es verdad que la mesura en la ingesta de alcohol fué notoria, y que lo descafeinado y cortés de los debates eran algo frustrante para los oidores de las mesas vecinas. Granda, reaparecido ante las preocupantes nuevas del episodio de la víspera, tuvo una bronca fenomenal con su mujer por estar allí junto a sus camaradas.
-Claro, ahora te vas a arreglar el mundo con esos cretinos mientras aquí hay tantas cosas por hacer…
Siempre había algo que hacer, se dijo, la cuestión es si existe la voluntad; y se preguntó a sí mismo :
- amigo, ¿te interesa a tí saber qué es lo que hay por hacer?.
Era una pregunta baldía. Desde hacía tiempo atrás , había comenzado a hablar a solas pues, necesitado como estaba de comprensión, acudió a la única persona que habría de permitirle todas las licencias que su mujer objetaría, él mismo .
Lo malo fué que, todo este proceso, habitual en hombres casados por muchos años, se desarrolló en voz alta, y no como mandan los cánones, en completo silencio y añadiendo a cada frase ,"so puta". El "no" , fue proclamado sin ira, sin culpa y sin suerte, porque su sufrida esposa decidió desde aquel mismo momento, no calentarle la cena nunca más.
Atravesando una andanada de reproches y amenazas, se dirigió hacia la puerta como lo hace un hombre en estas ocasiones, rápidamente. Ya en la calle encendió un cigarrillo y recordó sin saber porqué una frase de Quentin Crisp: " Si no triunfas a la primera, puede que tu estilo sea el fracaso".
En el irrespirable ambiente de siempre, se sucedían las discusiones atemperadas por el regusto triste de la prosaica bronca de la noche anterior. Una cita de Pessoa elevó los espíritus y el temor se fué trocando en poesía.

…" Como las piedras en el borde de los canteros
el Hado nos dispone, y allí nos quedamos;
que la suerte nos pone
donde hemos de estarlo…"

Granda sintió esas palabras como buscándolo: tal cual le ocurría en su adolescencia , cuando se enamoraba hasta de las sombras; y en la radio, todas las canciones estaban escritas para sus amores etéreos y volubles. Aún recordó el final de la poesía

" No tengamos mejor conocimiento
de lo que nos cupo, que el que nos cupo
cumplamos lo que somos.
Nada más nos es dado.

Pérez Ureña, que había dicho la primera parte de la poesía,dió tres leves palmadas silenciosas a modo de reconocimiento de la memoria de Granda, que con los ojos entrecerrados por la concentración y el placer, rescataba desde el fondo de su alma la oda Nº 37 de Ricardo Reis.
El vino, la compañia y la poesía hicieron de Granda un hombre feliz durante un par de horas. Al volver a casa, poco antes de entrar repitió:
Cumplamos lo que somos.
Nada más nos es dado.