28 marzo, 2005

Historia de una morena (y VI)

Se sintió confusa cuando le dije que me iba; y aprendí que en los celos, hay más amor propio que amor. Llamé a mi amigo "El Mono" a Madrid, y tuvo tan buen corazón( como siempre), que me esperó con una furgoneta prestada en la estación de autobús para volver a casa con mis fracasos empaquetados. La noche en que me fuí, la Morena me dijo que iría a verme a Madrid, y lo tomé como quien te da una palmadita en la espalda para que te vayas tranquilo. Extrañamente, cumplió su promesa, algo que nunca entendí, pero cuando vino, ya era de día, y no hice el amor con ella, solo me la follé un par de veces y el zumo de naranja que le preparaba cada mañana era solo un detalle de buen anfitrión.
Volví a Barcelona varios meses después que ella se hubiera mudado a Italia con un italiano desafortunado. Estuve allí para pasar unos días trabajando con mi amigo el seductor. Cuando llegamos, la dueña del hostal me dijo que tenía que darme una mala noticia, "se murió la Morena", le dije sin dudarlo; ¡Ah !,¿ lo sabías?, "sí", le mentí, y le pedí el cuarto en que había vivido con ella. -Está ocupado, me dijo, pero el de al lado está libre.
- Pues ese, respondí.
No dormí en toda la noche, esperaba oir sus pasos subiendo las escaleras, que saliera del sumidero del lavabo para asustarme o aparecer en mi cama si me daba la vuelta hacia la pared. No sentí nada ante su muerte, solo el miedo infantil de que su fantasma me viniera a reclamar no sé qué cosa. Supe que estaba condenado, que mi corazón no es más que un mendigo vengativo y hostil cuando se le lastima. Esta vez la noche duró lo reglamentario, y su recuerdo, es una estampa curiosa, una foto colorida de la National Geographic sobre una tribu exótica.
Ahora ya no tengo corazón, pero no es su culpa, ella estaba buscando, como yo en aquel tiempo, pero tenía más prisa. Me da pena el italiano, que la perdió cuando aún no sabía que habría de perderla pronto, y se quedó enganchado a una noche que le durará siempre.