20 marzo, 2005

Visitante de almas

Estamos solos. El mundo se mueve a nuestro alrededor como un depredador en torno a un banco de peces, tomando a su antojo las vidas de los que se quedan fuera por lucidez, debilidad o infortunio. Llevo este estigma conmigo desde tiempo inmemorial, pero es ahora, cuando ya no puedo nadar deprisa, cuando se abalanzan sobre mí todos los males de las profundidades,…y me alcanzan
claro.
Ya no creo en los misterios de la existencia, esos que te despiertan la curiosidad y te hacen avanzar, o al menos moverte, para mirar detrás de los espesos cortinados de lo nuevo. Nada es nuevo para mí; las miserias se repiten y los dramas solo cambian de fecha. ¡Ah tener los ojos vendados!, una bendición reservada a los alevines.
Sentí por primera vez el zarpazo brutal de las sombras cuando se suponía que todo habría de ser luz, viví mi infierno sin conocer siquiera su procedencia, abrumado por una melancolía pegajosa y un odio creciente a las estridencias del mundo. Luego, ya un paciente veterano de la tristeza hiberné en los desiertos del afecto arropado por las vivencias de otros desdichados que contaban mi historia al contar las suyas, pero con belleza estética y clarividencia, talentos que siempre he valorado a fuerza de carecer. Así he visitado el alma de poetas, por no tener otro lugar adonde ir ; y porque no hay asambleas de hombres tristes, me contaron a solas lo que yo quería contarles para sentirme menos solo. Mientras tanto, ah‚ fuera,
un desfile de energúmenos reclaman su posesión del mundo y la verdad,…y yo siento que les pertenece.