20 marzo, 2005

Superpeatón

Aparcaba en el paso de cebra, no dejando siquiera un resquicio por donde los peatones pudieran optar por ensuciar sus ropas en un equilibrio absurdo para intentar la travesía que les liberara de la tiranía de los coches. Le pedí que retrocediera para dejarme pasar (atendiendo a la facilidad de que aún se encontraba al volante), era muy joven, pero ya había aprendido las grandes claves de la vida: "Estoy trabajando", "¿y que quieres que le haga?, "Ehhh... por un minuto", o ese gesto tan taxista del encogimiento de hombros ante las recriminaciones lógicas de los demás. En su caso, la justificación de su nula educación fue: "Llevo 45 minutos dando vueltas para aparcar"; me daba a entender que ya había agotado el cupo de paciencia para ser respetuoso. Seguramente los 45 minutos a los que aludía serían 5, pero cuando uno es joven,"...todo va tan deprisa". Le recordé que allí no podía aparcar, y después de concederme el espacio mínimo por el que pasar, se bajó del automóvil como un basilisco y me espetó: "Bueno, si no tienes espacio por donde pasar, a mí me dá igual. Atravesé por el estrecho pasadizo concedido magnánimamente y le dije sin mirarlo:" No, a ti no te va a dar igual "; dijo alguna frase provocativa a mi espalda y se quedó saboreando el triunfo de su corta vida. No sabía que yo ya había decidido volver a este lugar provisto de un pomo de plástico que lanza una pintura horriblemente negra sobre los coches claros. Tengo también uno de pintura blanca, pero hoy no me sería de utilidad.
Llegué a mi casa y me cambié el atuendo; con el uniforme y la capa del "Superpeatón" me dirigí a aquella esquina en busca de una venganza perfecta (no hay nada más horrible que no saber dónde devolver un golpe).
Al llegar al lugar ya no estaba, y fui yo quien sufrió el no poder darle su merecido, pero había algo de positivo en todo aquello. Es evidente que el joven Neanderthal tuvo ocasión de reflexionar acerca de mis palabras, o su padre, más sabio o damnificado, lo habrá conminado a mover el coche urgentemente al serle relatada la hazaña.
Creo que es llegada la hora en que los peatones nos pongamos bruscos; aguantamos todos los atropellos a que nos someten los motorizados y las leyes no se cumplen salvo en los lugares donde habitan los dirigentes políticos y o económicos de nuestra sociedad. Pienso agredir cada coche que haga caso omiso de que en nuestra urbe hay mayores y no tan mayores con problemas de desplazamiento, madres con coches de bebés o ciudadanos con hipotéticos derechos y carros de la compra.
No creo que sea necesario un grave daño, 50 o 60 escupitajos(a ser posible en invierno) a los vehículos-obstáculo tienen una vena pedagógica notable.