04 abril, 2005

Los poetas (I)

Los poetas se reunían en un lugar llamado : La Cueva de Zingarella, donde comían, se intercambiaban secretos y porqué no, chismes de sus amigos y correligionarios.
En un ambiente cargado por el olor a tabaco y a salsas recalentadas, debatían largamente acerca de las cuestiones más diversas. Algunos temas rozaban lo sublime; otros, parecían escogidos por alguien con notables deficiencias, digamos más… mentales que culturales. En cualquier caso, daba gusto verlos, con su aspecto en general estrafalario; y más gusto oir sus vibrantes tertulias, plenas de frases brillantes e ingeniosas barbaridades y reflexiones. Por alguna razón, nadie en aquel local hubiera osado ocupar la mesa de los poetas en ausencia de estos. Si algún turista o cliente circunstancial, en su profanadora ignorancia, ocupaba lo que parecía una excelente ubicación, extrañamente libre en un restaurante siempre repleto, eran advertidos por los demás parroquianos que se trataba de un lugar reservado a ciertas personalidades relevantes y, curiosamente, todos accedían a abandonar dichas plazas con cierto aire turbado por no haber conocido de antemano dicha circunstancia. Aquellas célebres posaderas tenían en los habitués, unos respetuosos guardianes de sus sitios respectivos.
Giurastante le daba al grupo, el halo de internacionalidad del que seguramente carecería en este suburbio. Pintor maltés de incuestionable talento( y elevado grado de violencia), había recalado en La Boca 70 años después de que lo hiciera el primer súbdito de aquella isla. Curiosamente, se trataba también de otro hombre que huía de las consecuencias de su conducta vehemente.