Los Poetas (III)
Pasados los brindis obligados, las elegías ante la incomprensión de un mundo materialista y hostil y las alabanzas exageradas a la obra de dos de los contertulios, que publicaban por segunda vez en aquel año, llegó por fin el ansiado momento de los ocupantes de las mesas vecinas. Un análisis profundo y descarnado de la sociedad en su conjunto, así como de las motivaciones últimas de los hombres (el cual siempre se producía cuando la cantidad de brindis excedía la capacidad de absorción de alcohol de los ponentes. Giurastante abrió la caja de los truenos sosteniendo una de sus teorías emblemáticas, acerca de que si la gente fumaba, era por una tendencia atávica a reproducir el ambiente cargado de humo de las cuevas en que se refugiaban los homínidos de los albores de la era cuaternaria.
Vallejos, con los ojos como un delta de diminutos filamentos rojos, un movimiento compulsivo de los labios; (como haciendo las señas de varios doses en una hipotética partida de truco) y un balanceo de su cabeza que intentaba retener el punto al que sus exhaustos y acuosos ojos querían mirar (es decir, que estaba mas bien borracho), no parecía dispuesto a aceptar nada que él, no tuviera la oportunidad de rebatir antes y sancionar finalmente con una retórica confusa, como argumento válido.
Seguramente había olvidado los riesgos a que se exponía ante un hombre, que le doblaba en tamaño, en energía, al tiempo que le centuplicaba (por poner alguna cifra que oriente) en agresividad, cuando comenzó diciendo:
- Tú estás loco...
Vallejos, con los ojos como un delta de diminutos filamentos rojos, un movimiento compulsivo de los labios; (como haciendo las señas de varios doses en una hipotética partida de truco) y un balanceo de su cabeza que intentaba retener el punto al que sus exhaustos y acuosos ojos querían mirar (es decir, que estaba mas bien borracho), no parecía dispuesto a aceptar nada que él, no tuviera la oportunidad de rebatir antes y sancionar finalmente con una retórica confusa, como argumento válido.
Seguramente había olvidado los riesgos a que se exponía ante un hombre, que le doblaba en tamaño, en energía, al tiempo que le centuplicaba (por poner alguna cifra que oriente) en agresividad, cuando comenzó diciendo:
- Tú estás loco...
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