05 octubre, 2004

Diatriba tímida

Hay días en que me levanto con una energía que augura un día útil, sin embargo, poco a poco se va diluyendo . Tras el café, comienzan a agolparse las intenciones y los proyectos a una velocidad tal, que apenas consigo recordar parte de ellos al lavar la taza. Un día, me digo, tendría que escribir todos estos pensamientos aunque carecieran del menor valor, al menos como testimonio de mi individualidad como ser humano y pensante; al otro, encuentro como una pretensión absurda el dilapidar el tiempo en confesiones o elegías que nadie habrá de leer. Los desvaríos de un renegado depresivo no son una materia de interés más que para los de su especie, y estos, si bien dedican su tiempo a las causas perdidas, no tienen la fuerza para trasladar mi voz a la plaza pública. Los constructores del mundo necesitan dedicar ese tiempo a dominar el uso de las herramientas que aceleren la erección de la babélica torre global, y los zánganos de todas las sandeces, a la telebasura, y porqué no, a sus legítimas propias erecciones. Una visión pesimista del mundo no es atractiva para los que todavía creen que el mundo puede ser suyo, para los que, sin contar los muertos, se afanan en participar en el ominoso festín de la ambición humana.
Aspiro a un mundo modesto, sin estridencias ni brutalidad, quizás cohibido por mi debilidad física y espiritual; pero en definitiva, a un mundo más habitable y gentil.
Es una dura y baldía tarea predicar que todos habremos de ser víctimas en algún momento, de los anhelos propios o ajenos, y por ello, debiéramos ponerles límites razonables.
Abomino de la crueldad de la guerra como fruto envenenado de las ambiciones personales de los traficantes del odio y la insensatez de todos los confines. Reniego de todos los nacionalismos como ecuaciones reducibles al tribalismo y al egoísmo , en última instancia, de los que tienen astucia y ascendiente para generar los conflictos. De los que se aprovechan de las frustraciones personales de los ignorantes y del deseo de canalizar los más básicos instintos de los psicópatas y los legionarios de la maldad genética.