14 septiembre, 2004

Duquesa

La frase, con la avidez de un perro, se me quedó grabada. No sé realmente como es la avidez de los perros, pero puedo entender la figura. Recuerdo esos perros viejos que se relamen ante la presencia de una perra en celo. Que sin el menor pudor ni calibre de los riesgos, arremeten contra el aroma autoritario con que la naturaleza ha adornado a las hembras en hora de merecer. Entre tanto, el dueño de la perrita corre de aquí para allá con la inútil correa en la mano, intentando silbar una llamada destinada a ser desobedecida.
¡ Merdición ! grita el burlado dueño de Duquesa casi sin resuello, cuando vé a su joyita a punto de ser abordada por un chucho infecto pero con sentido de la oportunidad. A una distancia de unos cien metros intenta un nuevo silbidito: fiuffff..fffff, convencido de que, escaso de aliento, no llegará a tiempo de impedir el desastre. La imagen de una Duquesa exultante y saltarina ante el vagabundo le recuerda a su esposa sonriente y solícita cuando decide que llegó el momento en que no le duele la cabeza. Lo sabe, no hay escapatoria... ffffff...fffff...¡ Duquesa !, ..tu puta madre.
Mientras ve al desharrapado aprisionar la cinturita de avispa de la remolona, observa desalentado a la perrita haciéndose la distraída, camina sin prisas, sabe que esto llevará su tiempo.