05 septiembre, 2004

Víctor

Te recuerdo querida Rita, con el gesto de dolor, los ojos ya sin lágrimas en un cara congestionada y desencajada por la pena, con un pañuelo en la cabeza para completar el panorama de tu tragedia interior, que quería ser exterior. Fué mi primer contacto con la desolación, verte en aquel bosque, que para mi representaba la vida, vagando con el aire ausente, en un autoabrazo con que intentabas sin éxito liberarte de un frío que no existía mas que dentro de tí. Hasta tu abrigo marrón era triste en aquella Primavera avanzada.
El se llamaba Victor, fumaba en pipa y tenía una voz contundente, segura; como quien sabe de qué y a quienes está hablando, pero me olía a fraude, o lo hace ahora a la distancia y mi mente se confunde. De cabello rubio, alto y soberbio, era sin embargo otro su rasgo más distintivo, le faltaba un brazo. Te había abandonado, habías sido solo una escala en su vida de hombre que tenía que demostrar algo todo el tiempo; eras solo un eslabón en su cadena de "yo soy capaz", y tú buscabas un puerto seguro a tu soledad creciente. Te recuerdo querida Rita cuando nos enseñaste que no solo eras divertida y cariñosa, cuando quedó a descubierto la vulnerabilidad de tu corazón colgando del miedo al futuro. Tan honda era tu congoja, tan imponente tu pesadumbre que sentía ofensiva mi presencia de niño a tu lado, yo no extrañaba a aquel fanfarrón y temía se me notara . Yo te quería, y no hubiese hecho nada que aumentara tu tormento, aunque no lo entendiera.
Ahora, despues de haber atravesado todos mis bosques, toda la tierra ensangrentada de desventuras, con el rictus amargo de quien se niega el llanto, con tu abrigo marrón en el alma, te recuerdo, y te busco para abrazarte por aquel día en que no lo hice, aunque de nada hubiera servido y lo sé, pero no me perdono tu tristeza … ni la mía . Ahora que entiendo la soledad, que sé que cada sueño que se pierde es un golpe de remo vigoroso hacia el abismo, ahora que conozco la baraja con la que jugamos y ya no juzgo a la ligera a los fanfarrones que fuman en pipa, ni a las mujercitas tristes que por ellos se consumen, te busco, para ofrecerte mi consuelo inútil y tardío , porque sé que tú harías lo mismo, de poder verme instalado en mi desasosiego y me contarías un chiste tonto imitando la voz de un extranjero.

In memoriam Rita G.