23 septiembre, 2004

Escribir

A veces me pregunto si sería prudente destinar parte de mis escasas energías a la escritura. No me refiero a esta válvula liberadora que me hace escribir cartas a mis parientes y amigos sino, a otro nivel; aspirar a competir con gente ilustrada por la atención de un público sobrado de tiempo y de dinero como para pagar por leer lo que otros escriben. Aún para mi escaso entendimiento es obvio que los niveles de lectura son diversos y que, según diría mi madre: " nunca falta un roto para un descosido" o algo por el estilo .

Mi admiración por escritores de talento no resulta impedimento para pensar, a veces seriamente, en buscar el reconocimiento y el dinero de los demás para mi manutención. Existen sin embargo, innumerables impedimentos para el desarrollo de una imparable carrera literaria a saber:

- Una evidente incapacidad para mantener el interés por aquellas tareas que comienzo con un entusiasmo indescriptible.

- Un desconocimiento profundo del alma humana, ya que me he pasado la mayor parte de mi vida mirándome el ombligo.

- Una escasez de talento preocupante para alguien que pretende captar la atención de los que deciden quién escribe y quién vende hamburguesas.

Podría seguir durante largo rato enumerando inconvenientes para una vida profesional exitosa; pero voy a resumir las desventajas en una vital. No tengo absolutamente ninguna confianza en mis posibilidades y me resulta impensable estar defendiendo mi trabajo frente a la menor adversidad. Hay por ahí cretinos maravillosos que no tienen nada que decir, pero se les ve tan convencidos, que uno es incapaz de sustraerse a presenciar su numerito y aplaudir aunque sea con desgana para honrar tanta fe en sí mismo.