12 septiembre, 2005

Un viaje al pasado (V)

En el bar, uno de los benjamines, que pasaba largamente la cincuentena, sugirió me dirigiera a un hombre mayor que permanecía apartado en un rincón del bar; sentado y apoyado en su bastón frente a un vaso de vino blanco, horadaba el suelo con una mirada insistente y concentrada. Creo que de alguna forma, agradeció que le rescatara de las profundidades de su pensamiento, porque se animó mucho dándome innumerables detalles de la historia del pueblo, de la incesante cadena migratoria que desde siempre había desangrado aquella hermosa y olvidada tierra. Me dió tal cantidad de datos, que no me era posible retenerlos todos, pero algunas historias me resultaron tan excitantes, tan atractivas y poéticas en su sencillez, que no soy capaz de definir donde termina su relato y donde empieza mi ensoñación sobre aquellos personajes del pasado. Me habló de un antepasado mío, una señora a la que llamaban “La princesa”, y mi imaginacíon, que con poco se arregla para disparar fuegos artificiales cuando algo la aviva, me trajo la imagen de aquella mujer de una hermosura extrema, que nadie podía dejar de reconocer; que se marchitaría como todas esas flores de ojos esquivos, que curtieron sus rostros desde siempre en este cielo bajo de Al Andalus, y que quedaría en la memoria popular, como un homenaje callado, el apodo que inmortalizaba su belleza .