30 agosto, 2005

De visita

Mi hermana vino a verme, y me trajo una felicidad tan grande, que se parecía al sosiego; me dejó una tristeza contundente cuando se fue, muy parecida al vacío. Es una pena que no pueda yo recordar nuestra infancia juntos, por eso, ahora que somos veteranos de los anhelos siempre renovados, me fabrico una infancia a la medida, cuando viene a visitarme. Me he mirado al espejo cuando volvía de la estación, y pude notar como envejecía a cada segundo que aquel tren se alejaba; pude ver como encanecía mi cabello y como se plegaba la piel alrededor, cuando se apagaron mis ojos. Un cartel de Coca Cola disparaba su neón por detrás de mi imagen, era lo único estable en aquel vertiginoso paso del tiempo. Volví a casa. Allí podía al menos escuchar el tintineo de sus pulseras al fregar la loza, porque los seres queridos, dejan un rastro persistente allí por donde pasan, se queda su perfume, su risa en los rincones del alma.