05 enero, 2005

Rey Mago

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Fui en un tiempo un rey mago subrepticio
que apilaba los regalos de una niña
que dormía agotada por la espera,
de presenciar un milagro siempre esquivo.

Pero el reino ha sufrido convulsiones,
y me quedé sin aquel súbdito crédulo,
que ceñia mi corona estacional
de entusiasta valedor de fantasías.

Ahora atravieso los desiertos
con mis tristes ofrendas negociadas,
a lomos de un camélido de alambre
por grandes superficies atestadas.

Ya no es tiempo de simbólicas ofrendas
y las dádivas están predestinadas
a dotar de razón las estrategias
de las normas comerciales consagradas.

Con la impericia habitual de un rey beduino,
para los lazos y la paquetería,
remato mal los envoltorios coloridos;
pensando en que la larga travesía
habrá de disculpar los desperfectos.

Y puedo hacer cuanto ruido quiera,
que no hay nadie que pueda sorprenderme
usurpando las tareas de los magos,
pero apilo los paquetes sigiloso
y dejo agua a los dromedarios.