11 julio, 2004

El Club de los solitarios

El Club de los Solitarios no tiene sede fija, se reparten sus instalaciones entre los apartados pasillos de los parques, cuartos protectores llenos de música y libros, así como los rincones retirados de los bulliciosos patios de colegio. Sus miembros, a veces, son elegidos por los que no son ni serán nunca miembros del club, otras, por la autoproclamación de cada aspirante.
Los solitarios, como los enanos, tienen un sexto sentido que les hace reconocerse entre sí, pero no cruzan enigmáticas señales de su Logia al encontrarse, solo se miran de lejos con una simpatía no exenta de recelo. Podría decirse que el lema del Club es : "Hágase socio si quiere, pero a mí déjeme tranquilo"
Sin estar claramente reglamentado en las directrices del Club, sus adeptos viajan de incógnito en el Metro y los autobuses, pero es notoria su presencia en las primeras sesiones de los cines de Lunes a Jueves.
No se debe confundir a las personas solas con los solitarios, los unos son esclavos de su condición, mientras que los otros se ciñen su corona de espinas porque no admiten más tiranía que la propia, y reinan sobre sus dominios con leyes y manías de hierro.
En numerosas ocasiones ha habido intentos de congregar a los miembros del Club, pero nunca pasaron de ser estratagemas comerciales destinadas a los gregarios frustrados; los genuinos, los verdaderos adeptos no tiene vocación asamblearia y desoyen sistemáticamente los fatuos y engañosos llamamientos que prometen: un retazo de humanidad a su disposición a precios módicos.
El Club garantiza a sus socios discreción absoluta y sueños extraños, poblados de seres que, existiendo en la vida real, se comportan de un modo distinto al de la vigilia y con quienes es posible comunicarse.
No es posible asegurarlo debido a la rigidez de sus estatutos de confidencialidad, pero se rumorea que el Club de los Solitarios, dota a sus afiliados de perros y gatos preparados genéticamente para entender advertencias, consejos o conversaciones de lo más complejas.

Nada se sabe acerca de la composición de la Junta Directiva, organigrama jerárquico o relación de asociados del Club de los Solitarios; muchos de los que han tratado de adentrarse en el misterio, han desistido por encontrar infranqueable el muro de silencio en torno a él, otros, han desaparecido de la vida pública dando a entender que, habiendo establecido contacto con el espíritu de la organización, pagan un tributo de secreto, impuesto o voluntario.
Un estudio semicalcinado, encontrado entre las ruinas de una biblioteca de Sarajevo, parece ser el único referente fiable de su existencia. En los fragmentos salvados de las llamas, el arquitecto Hans Poelzig, exponía algunas consideraciones que delataban un preciso conocimiento de los intersticios de este mundo oculto.
Entre las revelaciones más destacadas figura el hecho de que, las aparentemente penosas muertes de ancianos solitarios en el mayor de los abandonos, son estrategias planificadas con esmero, que reproducen, paso a paso, unos preceptos establecidos; que gran parte de los suicidios son en realidad ejecuciones ejemplarizadoras de la obligación de no esperar nada del Club de los Gregarios, o bajas voluntarias a unos códigos demasiado estrictos para ser cumplidos a lo largo de una vida.
Sorprendente es también la sugerencia que se extrae (entre líneas) de algunos párrafos, sobre la similitud alarmante de nuestra sociedad "avanzada" y satisfecha con el dogma implacable del Club de los Solitarios; es al parecer una alusión velada al "Sálvese quien pueda" que rige ambas entidades. Que cada uno, en solitario, saque sus conclusiones y opte por su elección, el Club, pacientemente nos espera.