10 julio, 2004

Ex Hombres

Cuando un hombre pierde su juventud, entra en un terreno pantanoso. Le siguen gustando las mujeres jóvenes porque como animalito, está programado para el apareamiento con hembras fuertes y saludables; pero estas ven en él, como mucho, un hipotético mecenas y no un hombre.
No hay indignidad mayor para un hombre maduro que hacer el imbécil tras las jovencitas, pero no es algo que pueda manejarse desde el puente de mando. Esa convulsión involuntaria en pos de un ridículo asegurado, es una obstinación de la Naturaleza que no siente ningún respeto por los individuos, su proyecto es mucho más amplio y no acostumbra a contar los muertos, menos aún patetismos que no son de su incumbencia. Solo ante el espejo, un hombre de mediana edad puede intentar engañarse, pero en el fondo se da cuenta del inexistente atractivo que el cristal le devuelve; entra la barriga, se pone de medio perfil, ensaya un gesto de hombre duro y se marcha ante el desaliento que le produce ese aspirante a ruina que tiene enfrente. Diferente es, no obstante, cuando uno no puede verse y fantasea con la posibilidad de agradar a las mujeres que le gustan, (un porcentaje cada día más elevado a medida que se hace carne su convencimiento de no gustarle a nadie). Uno se convierte en una promesa de estabilidad, en un compañero fiel, en un supuesto protector o una víctima, pero nunca más volverá a ser un hombre. El amor solo es real cuando la supervivencia no está de por medio; cuando lo único que se pretende alimentar, son los sueños. Algunos hombres, entonces, se dan a la bebida, otros aprenden Yoga o Chino Mandarín, o se torturan alegremente en el gimnasio para prolongar la agonía . Pero la mayoria se muere; unos se suicidan, y otros firman su certificado de defunción como hombres para convertirse en ciudadanos que empujan un carrito en el hiper, llevan a los niños al parque, o descerrajan bocinazos a diestro y siniestro ante cualquier retención; ¿a que tendrán tanta prisa si no van ya a ningún lado?. Da igual lo que hagas, vayas de putas o te mates a pajas, el amor está ausente de la piel para siempre. Todos saben que nunca falta un roto para un descosido, que hay de todo en la viña del señor, y todas esas promesas veladas de encontrar retazos del Paraíso Perdido; pero eso que te dicen podrías encontrar a la vuelta de la esquina, no es ni parecido a lo que has perdido. Claro que hay mujeres de tu edad, y mayores (aunque ya , las mujeres de tu edad te parecen demasiado mayores) que están dispuestas a compartir tu vida o mejor, el producto de tu esfuerzo, pero no es de eso de lo que estamos hablando. Hablamos de una piel tersa, la tuya, en contacto con un pecho caliente de mujer que te abraza sin esperar nada más que el próximo abrazo, que te mira en la oscuridad y puedes ver el brillo intenso del amor en sus ojos. El amor es querer ser dos porque no se confía en las propias fuerzas, pero uno no es conciente de ello y debiera ser perdonado como aquellos que matan en un ataque de enajenación mental. Y se perdona el amor, y se mitifica, y se malentiende y se confunde pero no puede comprenderse; no puede desentrañarse una ecuación con semejante cantidad de incógnitas, tantas como bobas y bobos enamorados… a quienes envidio profundamente. No tanto por estar enamorados, porque aun recuerdo las angustias y los miedos a los que te somete el amor, sino por vivir en ese candor que te permite pensar que no estas solo en realidad. Un cineasta dijo una vez: "se vive como se sueña, solos" y no lo comprendí bien en su momento, pero por algo se me quedó la frase rondando los arrabales del entendimiento, como una herencia sombría de la que solo podrás disfrutar a la mayoría de edad de la razón. Esclavos de un futuro inexistente, de la razón y la pesadumbre, los hombres maduros se arrastran por las callejuelas de la desesperanza en busca de placeres inmediatos, sin entender lo que ha pasado con sus anhelos más profundos, que ha sido de ese mundo claro que nadie más , al parecer, veía. Tampoco nosotros, ahora, somos capaces de verlo, como uno de esos sueños en que se te revelan las grandes verdades que no eres capaz de recordar al despertar.